La economía del conocimiento y su apocalipsis silencioso
¿Quiénes serán los primeros desempleados por el impacto de la IA? Al parecer, ya comenzó y donde pocos lo esperaban.
👋 Hola,
Bienvenido a la tercera edición de Sintetika, nuestro newsletter semanal sobre futuro, innovación, tecnología y la construcción de la sociedad del mañana.
🧐 En esta edición encontrarás:
El empleo basado en la economía del conocimiento está a punto de cambiar
Trasplante de cabeza, de la ficción ¿a la realidad?
Zuckerberg se desesperó y encabezará el desarrollo de la nueva IA de Meta
Donald Trump “prohibe” la producción de Tesla en Estados Unidos
¿Qué plantea el Gobierno de México en la agenda digital de este sexenio?
“La ventaja del pionero no es para quien empieza primero, sino para quien termina primero.”
(Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn)
Hace unos días, Dario Amodei —CEO de Anthropic, uno de los laboratorios más influyentes en inteligencia artificial— lanzó una advertencia que desató un debate en medios y gurús de la tecnología:
La IA puede eliminar, en los próximos cinco años, hasta el 50% de los empleos administrativos de nivel inicial.
No es una predicción lejana, ni una especulación difusa. Es una proyección de corto plazo, emitida por alguien que observa el futuro desde los controles de una empresa que hace inteligencia artificial.
Y la pregunta que flota tras esa declaración no es si el mundo se acabará, no apunta directamente a la catástrofe. Es otra, más concreta, más seria: ¿quiénes serán los primeros afectados?
Si se analiza, la respuesta no está en los altos mando. Está en quienes apenas se preparan para ingresar al mercado laboral.
En los recién egresados. En los universitarios.
En aquellos que fueron formados para competir en lo que todavía llamamos economía del conocimiento.
Durante las últimas décadas, la economía del conocimiento fue presentada como el destino de las sociedades modernas. El trabajo no basado en la fuerza física, sino en la capacidad de procesar, analizar y aplicar información.
Peter Drucker bautizó al ‘trabajador del conocimiento’ en los 60 del siglo XX. Las universidades institucionalizaron la necesidad.
El capital intelectual se volvió la divisa más valorada. La promesa fue “prepárate lo suficiente y el sistema te abrirá las puertas”.
Pero esa promesa no consideraba que el conocimiento también puede ser procesado, concentrado y automatizado.
El error no fue pensar que las habilidades cognitivas eran el nuevo oro.
El error fue suponer que eran privativas del cerebro humano.
Los modelos actuales de IA pueden redactar, resumir, traducir, clasificar correos, hacer minutas, generar informes, interpretar gráficos, producir propuestas de estrategia básicas… como un analista junior, un becario, un recién contratado.
Por ahora, la IA no está reemplazando al conocimiento especializado; está comenzando por la base de la pirámide profesional.
Y con ello, el primer escalón hacia la movilidad laboral se vuelve nebuloso.
La entrada al sistema hoy requiere años de formación, pero el primer peldaño de esa escalera empieza a ser ocupado por un algoritmo.
No sería realista pensar que la amenaza se limita a los empleos de entrada. El avance de la inteligencia artificial parece ir de la base hacia la cima.
Un ejemplo reciente: el Washington Post planea permitir que cualquier escritor amateur pueda generar columnas de opinión con el apoyo de Ember, su asistente de IA.
El espacio de opinión, tradicionalmente reservado para quienes alcanzaban el “Olimpo” de la economía del conocimiento —el opinólogo profesional— podría volverse accesible.
La noticia fue difundida por el New York Times, su competidor, lo que deja margen para cierto escepticismo. Pero si es certero, el Post no estaría lanzando una herramienta, sino inaugurando una nueva etapa: la de los medios generativos. Una en la que el contenido se produce mediante una simbiosis: sensibilidad humana y conocimiento automatizado.
No suena a catástrofe. Suena a un rediseño.
Por supuesto, no faltan voces que repiten el estribillo: la IA no eliminará empleos, los transformará.
Y es cierto. Pero esa transformación no ocurre en abstracto. Ocurre bajo condiciones estructurales, económicas, políticas, culturales.
Habrá nuevos trabajos, sí. Pero no necesariamente basados en lo que están enseñando las universidades o lo que están haciendo las empresas.
Y el cambio tecnológico no será neutro: favorecerá a quienes tienen el capital, la experiencia o el poder para adaptarse. Otra vez.
Hay dos extremos en el debate sobre el impacto de la IA en el trabajo:
El primero es el tecnofóbico, que imagina un colapso total que debe combatirse.
El segundo es el tecnoutópico, que ve en cada algoritmo un paso hacia el paraíso.
Al radicalizarse, ambos evitan la complejidad.
Ambos niegan lo incómodo: que podemos tener crecimiento económico y precariedad al mismo tiempo; eficiencia tecnológica y desempleo; innovación y despojo.
El verdadero colapso no aparecerá con el despido de millones, sino con la desactivación simbólica de quienes creían que su educación era suficiente.
No con la explosión de las fábricas, sino con la erosión de los escritorios.
No con la aparición del desempleo masivo, sino con la imposibilidad de encontrar un empleo mañana.
La economía del conocimiento podría ser víctima de su propio éxito.
Porque ahora el conocimiento se reproduce con velocidad artificial.
Si los aspirantes a empleos de entrada no son capaces de generar nuevo conocimiento —si sólo pueden utilizar el ya existente— quedarán desplazados.
El modelo actual prometía premiar a los mejor preparados; pero pronto comenzará a penalizar a los que no aportan novedad.
Puede verse como una amenaza, sí. O puede verse como la puerta de entrada a una nueva etapa en la economía del conocimiento.
Carreras con peor y mejor retorno de inversión
En los estados Unidos, frecuentemente se evalúa si los conocimientos adquiridos en la universidad tienen un retorno de inversión redituable.
El salario promedio de un recién egresado es un indicador importante, aunque no el único. Las carreras con los salarios promedio más bajos son las siguientes:
En contraparte, la carreras con mejores salarios para recién egresados en 2023, la última vez que se hizo una evaluación completa, son las siguientes (en el momento del estudio, el impacto de la inteligencia artificial no era notorio):
🤖 Noticias desde el presente que construyen el futuro
Brain Bridge, una tecnología que busca el primer trasplante de cabeza
En 1818 Mary Shelley había volcado en Frankenstein la idea de poder ensamblar la cabeza de un cuerpo en otro. La dificultad implícita ha dejado esta posibilidad en el terreno de la ficción; no se necesitan nociones médicas para sustentar el escepticismo.
Pero los avances tecnológicos hacen que el biólogo molecular y divulgador científico Hashem Al-Ghaili proponga la posibilidad de un trasplante de cabeza.
Su proyecto, Brain Bridge, lo plantea. Más allá de lo inverosímil que pueda resultar concebirlo, la posibilidad de éxito plantea dilemas éticos hasta ahora desconocidos.
Un video explica los detalles de esta propuesta:
Zuckerberg se desesperó: invertirá millones para tener una IA competitiva
Lo ha intentado con LLaMA y con Meta AI, pero Mark Zuckerberg no ha encontrado un modelo de IA competitivo.
El tema se ha convertido en un dolor de cabeza: disputas, fugas de talento, recursos que no generan retorno. Y lo peor: señalamientos de manipulación de datos para hacer creer que sus modelos son mejores de lo que en realidad son.
Era previsible un manotazo en la mesa. ¿O deberíamos llamarlo un billetazo en la mesa? Meta está invirtiendo 10 mil millones de dólares para apalancarse con el talento de Scale AI, una empresa que proporciona infraestructura de datos para inteligencia artificial.
El acuerdo incluye la incorporación de Alexandr Wang, el fundador de Scale IA. El objetivo: una “superinteligencia”, capaz de competir con las funciones cognitivas humanas. Va tan en serio que el mismo Zuckerberg encabezará el proyecto.
Donald Trump “prohibe” la producción de Tesla en Estados Unidos
Del meme al videomeme. Y de ahí al AI meme. Las bromas y las editorializaciones a placer continuan evolucionando de la mano de la tecnología.
Antes, al menos, quedaba claro que eso que se estaba viendo era una sátira, una burla, un modo de reírse de algo que había ocurrido. Pero ahora la broma, ya sea con intención o no, puede pasar por verídica.
En los tiempos de la IA, a la audiencia no se le advierte que está frente a una burla, parodia o manipulación. Es como si en todo momento estuviera en un festival de comedia sin previo aviso. La verdad coexiste con la mentira. O con el chiste que entre más verídico sea más efectivo resulta, aunque lo que logre sea más una indignación profunda ante un hecho falso que una risa estridente ante un buen chistorete.
El video es falso. Fue generado con inteligencia artificial. Si bien los hechos muestran que la amistad entre Elon Musk y Donald Trump alcanzó niveles inéditos de toxicidad, Donald Trump no se ha planteado prohibir la producción de Tesla en Estados Unidos.
A Steve Bannon le gustaría que fuera real, sobre todo después de sugerir la deportación de Musk, pero no es más que uno de tantos deepfakes que emergen ante cualquier hecho noticioso de gran calado. Bienvenido a la nueva (i)rrealidad.
¿Qué es lo que específicamente plantea el Gobierno de México en temas digitales?
Yuriria Sierra tuvo como invitado la semana pasada en su videopodcast a José Antonio Peña Merino, Pepe Merino, director de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones.
En la conversación, Merino planteó las ambiciones centrales del Gobierno y definitivamente la que más llama la atención es la que pretende eliminar la corrupción en los trámites de Gobierno. Así lo explicó Merino:
“Todo deja huella, todo es rastreable. Si el trámite cuesta 109 pesos, el sistema no permite que te cobren 110"
Parece ambicioso, pero si sólo eso se consiguiera, habría un avance tangible. Pero ¿le alcanzará el tiempo a la gestión de Claudia Sheinbaum para lograrlo?
Aquí el video:
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